martes, noviembre 20, 2007

German Guerrero.

German Guerrero Rojo.
UDC - Comunicación
Tarea 10.

Tijuana y sus imágenes.

Explorando la ciudad, con mi cámara digital y de bolsillo, muy practica por cierto; encontré a un vagabundo bajo un puente peatonal, durmiendo tranquilamente, mientras la vida real, muy fuera del alcance de su somnolencia, se agitaba con rudeza. Esto podría ser una gran historia – pensé -. Acto seguido, mientras aquel extraño se entregaba sin pudor a los brazos de Morfeo, enfoqué mi cámara y, sin vacilar un momento sobre el poder de ésta, presione el disparador. Un retoque en Photoshop y listo. La imagen quedó espectacular; me sorprendí a mí mismo.

Quise seguir fotografiando historias como la de aquel indigente, y el pretexto perfecto llegó más tarde. El destino, que pareciera mantener una complicidad con migo, reencarno en el mismísimo cuerpo de Ingrid Hernández, profesora de fotografía, quien me asignó la tarea (y digo “tarea” literalmente) de escoger un tema digno de fotografiar que me calificaría como trabajo final (al igual que a mis demás compañeros de clases).

Así pues, mis salidas a la calle se hicieron más frecuentes, y que decir del hecho de “presionar el disparador”. El fascinante mundo de la indigencia (al menos para mí) me esperaba. Tuve problemas para encontrarlo, pues, para ese entonces, mi relación con la ciudad no era muy estrecha. Y respondiendo a la lógica de “El que busca encuentra”, lo encontré. Fragmentado y disperso en varios puntos de la ciudad.

Al principio, mi cámara y yo, sólo nos enfocábamos en fotografiar aquel submundo olvidado, borroso ante los ojos de casi todas las demás personas; gente ciega, pidiendo limosnas, algunos inválidos. Creo que mi Memory Stick se llegó a empachar de tan promiscuo mundo. Fue entonces cuando la inercia, ni tarda ni perezosa, se apodero de mi cámara, y ésta a su vez, me arrastraba junto con ella; ambos hipnotizados por la seducción de tan variados paradigmas que Tijuana nos ofrecía y que se manifestaban en diversidad de sucesos y disposición de los elementos.

Como cualquier fotógrafo novato, empecé tomando fotos que no cumplían los requisitos estéticos ni semánticos que la fotografía exige. Pero al pasar de los días y de las fotos, me empezó a dirigir el empirismo:

Un poco de arquitectura, alguna desquiciada mental seduciendo a un joven preparatoriano a bordo de un camión, un perro futbolista, y un par de zapatos colgando de los cables de un poste, empezaron a formar parte de el “Álbum no oficial” de las fotografías más disparatadas de mi corta, casi diminuta, carrera como fotógrafo aficionado, y que despiertan un ambiente absurdo, tal ves irreverente, capaz de ser absorbido por la cámara de cualquier persona; sólo falta la disposición y la habilidad de captar el momento preciso.

Cuando menos pensé mi trabajo final y mi interés hacia otros temas se habían fusionado (desde luego no me olvide de los indigentes) y mi cámara seguía sin satisfacer la sed de imágenes que parecía multiplicarse. Cabe mencionar, sin duda, que las peripecias estuvieron presentes (todo tiene un precio); algunos de los personajes que intente fotografiar se tapaban la cara o me evadían al percatarse de mis intenciones, no faltó quien me “mentara la madre”, sin mencionar el hecho de que estuve a punto de ir a la cárcel por querer fotografiar en una “zona prohibida”. Me salvé por un pelito; ni siquiera me pidieron mordida. Al final todo valió la pena.

En fin, la magia que se desenvuelve en las calles de Tijuana quedó evidenciada, paralizada por siempre y para siempre en el presente. En sus imágenes he vivido sus historias ajenas, que a voluntad de esta caprichosa, se tornan personales, que me empujan a saborear sus embriagantes aromas habidos y por haber. Por que así es Tijuana, y así hay que verla, como tal, pues afortunadamente la estética es universal y no se limita a un simple estándar.

No se trata de poseer una súper cámara, ni mucho menos ser un fotógrafo estrictamente profesional. Más bien, el punto radica en saber aprovechar esta ciudad, salpicada de tan sublime surrealismo, y, a criterio personal, saber encuadrar sólo lo que se tenga que encuadrar, sin importar la tecnología con la que se cuente. Al fin y al cabo la tecnología mas sagrada con la que contamos es nuestro ingenio. La sensibilidad se encargara del resto.
Charles De Secondat Montesquieu:"El hombre de talento es naturalmente inclinado a la crítica, porque ve más cosas que los otros hombres y las ve mejor".

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